0
  • North is calling. Region de Val d'Or, Quebec.
  • Aurores boréales sur l'horizon (2) Region de Val d'Or, Quebec.
  • Aurores boréales sur l'horizon (1) Region de Val d'Or, Quebec.

Fleeing North

Uno no puede evitar sentirse un poco como un personaje de Jack London, cuando lleva horas y horas de carretera sin asfaltar, sin cruzarse absolutamente con nadie, quizás algún animal, entre los infinitos bosques boreales de pino negro de la región de Baie James o a través de la Trans-Taiga o de la Trans-Labrador. Jack London viajó más por el Oeste, por el Yukon, pero si no puede ser Malemut Kid, cualquier otro personaje de la intempestiva breve historia de Quebec podría valer también para identificarse con el paisaje y la esencia de este norte salvaje, como un coureur des bois de la Nouvelle France, tramando cualquier golpe a la compañía británica de la Hudson-Baie.

Tengo notas aquí y allá de los viajes que voy haciendo al norte de Quebec, y lo cierto es que debería de reunirlas y compartirlas, porque creo francamente que son viajes que merecen la pena, si no hacerlos, al menos poder imaginarlos. No sé hasta que punto puede ser cosa mía, pero el poder, a día de hoy, viajar a lugares tan recónditos donde no hay probabilidad de encontrarse con otro ser humano, o donde poder contactar con las culturas autóctonas que nuestra sociedad occidental desprecia y olvida -y de las que tantísimo debemos aprender-, o donde un lobo o un oso negro pueden sorprenderte merodeando cerca de tu tienda o cruzando la carretera, creo que merece la pena ser vivido.

Trataré de reunir esas notas y darles forma un día. También porque nunca se sabe lo que puede pasar con la memoria de uno, y hablo de vivencias que son ya un tesoro, y que me esforzaré por recordar siempre, en todo detalle, en HD y dolby surround, y compartirlas con los que quiero. Cada kilómetro, cada fuego al anochecer, cada día en ese tonel de Diógenes con ruedas rodando por la taiga, cada pateada con Argos, mi compañero eterno, por esos bosques de silencio blanco, o la emoción de la primera aurora boreal o de ver por primera vez la Hudson Bay.

De momento, ahí van algunas fotos como avance. Iré subiendo más, sucesivamente, según vaya poniendo orden en la ingente cantidad de gigas que tengo dispersos por todas partes.

Le dedico todo ya, aunque sea aún un borrador, al que va en el asiento de atrás, siempre atento, llenando el frío vacío insondable de la taiga de vida, calor y compañía. A mi buen Argos. Nada como huir contigo al Norte, amigo.